Había una vez un niño que carecía por completo de originalidad. Al no encontrarse en si mismo, se empezó a buscar en los demás. Fue así como inició su hábito de imitar a las personas.
Con el paso del tiempo se volvió muy hábil en su actividad predilecta, y su fama comenzó a correr por todos lados. El niño podía llegar a imitar tanto a un vago alcoholico, hasta el punto de oler como él, como también podía hacerse pasar por una señorita de la alta sociedad que se dedica a romper corazones y está destinada a terminar casada sin amor.
Sin embargo, un día el niño vió a una gata dar a luz a cuatro gatitos, uno de ellos blanco y los demás negros. Por más que lo intentó, el niño nunca pudo reproducir tal hazaña y triste, pero decidido, dejó las imitaciones a un lado para comenzar a ser un niño de verdad.
catártico, apoco no?
ResponderEliminarsí... jaja
ResponderEliminar